¡Bien!
Cuantas veces repetía
estos gritos de saludo,
aquel payaso maduro
que a los niños divertía,
a los ancianos y adultos.
Hoy los niños están tristes
y en sus rostros hay dolor,
ya no ríen con Fofo
que con sus gritos y chistes
otros mundos les creó.
Mamá. ¿Dónde está Fofo?
La pregunta el pequeñuelo
y ella con gran desconsuelo
le dice... Calla mi amor,
que él nos mira desde el cielo.
Que Dios allí le ha llamado
para que canciones cante
a los niños que ya antes
en la gloria habían entrado,
en compañía de los Ángeles.
Porque Fofo se hallará
allí donde estén los niños,
para con cuentos y guiños
ofrecerles su amistad
y colmarles de cariño.
Pero dime tú mamá,
si se olvidó su nariz
y su rojo peluquín,
nadie le conocerá
y se sentirá infeliz.
tan segura te lo digo,
que sé que llevó consigo
todo su gran corazón
para sus niños amigos.
Porque no por su cifras
el payaso es más querido,
pues tiene que haber nacido
para ser un niño más
y haber sido comprendido.
Así fue nuestro Fofo,
grande y a su vez pequeño,
que con fantasías de ensueño
a la infancia nos volvió
en sus cantos lugareños.
Mamá, quiero ser payaso
y parecerme a Fofo
para repartir amor
entre los niños que acaso,
él jamás les conoció
Quienes tuvimos la suerte
de conocer aquel rostro
pinturreado y bondadoso,
le tenemos tan presente
que se encuentra entre nosotros.